domingo, 24 de diciembre de 2017

Variaciones en la distribución altitudinal de la población en la vertiente meridional de Tenerife (1900-1981).


Variaciones en la distribución altitudinal de la población en la vertiente meridional de Tenerife (1900-1981).



El antecedente de este artículo fue un trabajo realizado en el último curso de carrera, en la asignatura de Geografía de Canarias, donde en cierto modo traté de abordar  algunas de las hipótesis aquí planteadas. El presente artículo fue publicado en 1987 en el nº 2 de la Revista de Geografía Canaria de la Universidad de La Laguna.

RESUMEN.
Este artículo pretende analizar los importantes cambios que han tenido lugar en un espacio insular, la vertiente meridional de Tenerife, a lo largo del presente siglo. La agricultura comercial y el turismo han propiciado una redistribución de la población que tiende a concentrarse en la costa y sus proximidades.
Palabras clave: densidad, despoblación, evolución demográfica, inmigración, turismo.
ABSTRACT.
This article attemps to analyze the important changes which have taken place into an insular area, the southern side of Tenerife, over the present century. Commercial agriculture and tourism have favoured a new distribution in population which tends to concentrate near the coastline.
Key words: density, depopulation, demographic evolution, inmigration, tourism.

INTRODUCCIÓN.
        Ha transcurrido una década desde que vio la luz un trabajo pionero en la demografía canaria (1) con el que su autor pretendía “abrir (…) unas hipótesis de trabajo que ‘deberían’ ser confirmadas o modificadas por ulteriores investigaciones más detalladas (Burriel de Orueta, 1976). Una de las tendencias que se apuntaban en el mismo, acerca de la evolución demográfica reciente del Archipiélago, era la coexistencia en las islas centrales de dos fenómenos simultáneos: de un lado, el crecimiento acelerado de las fachadas meridionales, que tendía a reducir el peso demográfico de las zonas de barlovento, más pobladas tradicionalmente, y de otro, la concentración de la población en la franja costera, con el consecuente abandono de las zonas altas e interiores. Es precisamente este último aspecto el que ha despertado nuestro interés, por las dificultades que presenta su estudio.
 (1) Con posterioridad han proliferado los trabajos de investigación demográfica que abarcan tanto el ámbito regional como el comarcal o local.
        Hay que tener en cuenta que la mayor parte de los municipios de las islas centrales, con relieves importantes, se extienden desde la cumbre a  la costa (2), por lo que para estudiar el descenso del poblamiento se hace imprescindible un análisis minucioso, a una escala menor que la municipal, tomando como base las entidades de población (3).
 (2).En Tenerife sólo Vilaflor, El Tanque y Tegueste carecen de litoral.
 (3).La evolución demográfica a escala municipal normalmente enmascara las tendencias contrapuestas que se producen en su seno.


DELIMITACIÓN DEL ÁREA DE ESTUDIO.
        Hemos circunscrito el marco de nuestro estudio a la vertiente meridional de Tenerife, puesto que es en esta zona donde se aprecian con mayor claridad las dimensiones del fenómeno que tratamos de analizar.
        La vertiente septentrional de la isla presenta una serie de características que dificultan sensiblemente un estudio similar. Desde el punto de vista físico, amplios sectores carecen casi por completo de zona baja (comarca de Acentejo), con potentes acantilados de 200 o 300 metros de altura; o bien ésta es excesivamente limitada (Garachico, San Juan de La Rambla, gran parte de Los Realejos). Además, la existencia de elevadas densidades se traduce en la proliferación de numerosas entidades que se yuxtaponen, y cuyos límites son en muchos casos difíciles de determinar.
        Otro hecho que complica aún más el análisis del fenómeno en esta vertiente es la elevada proporción de población diseminada registrada por algunos nomenclátores, y que no está asignada a entidad alguna; en el correspondiente a 1900, alrededor del 20% de la población norteña se consignaba como “diseminada”, mientras que para el Sur este porcentaje apenas alcanzaba el seis por ciento. También hemos excluido los municipios que conforman el área metropolitana de Santa Cruz, que por su enorme peso demográfico en el conjunto insular distorsionaría cualquier índice.
        Para facilitar nuestra labor hemos agrupado los  diferentes municipios en tres espacios comarcales:
-El Valle de Güímar. Abarca los términos de Arafo, Candelaria y Güímar, donde la relativa proximidad al área capitalina determina ciertas peculiaridades. El sector de Agache, perteneciente al municipio de Güímar, por su evolución demográfica presenta mayores similitudes con Arico-Fasnia, pero no lo hemos segregado para corroborar la existencia de fuertes contrastes a escala municipal (Solórzano Sánchez, 1983).
-Arico-Fasnia. Ambos se individualizan por constituir quizás el área más regresiva de Tenerife desde el punto de vista demográfico.
-El Sur-Suroeste (S-SW). El resto de la vertiente meridional se ha agrupado atendiendo a factores demográficos o económicos, más que a los puramente físicos. Como señala E. Burriel, denominamos “Sur-Suroeste” a aquellos municipios “en que la costa ha conocido un desarrollo turístico importante y las zonas medias y bajas una gran expansión de los cultivos comerciales de regadío (Burriel de Orueta, 1976). Aunque Vilaflor no comparte estas características, no hemos querido individualizarlo, porque físicamente viene a ser una prolongación de la zona alta de Arona y San Miguel. Con todo, su población es poco significativa, representando en 1981 el 2,7% del total comarcal.

LAS FUENTES.
        Los datos básicos nos los han proporcionado los nomenclátores correspondientes a los años 1900, 1950 y 1981. La elección de 1900 como inicio de nuestro trabajo es un tanto aleatoria, sin embargo, se trata de la fecha más tardía para la que las fuentes utilizadas ofrecen mayor operatividad, mientras que el año censal 1981 nos presenta la información más reciente.
        El año 1950 es clave, por dos razones. De un lado, es el primero en el que el nomenclátor ofrece la altitud media de las diferentes entidades y que las define tal como las conocemos en la actualidad; de otro, porque a partir de esta década, la evolución demográfica de los distintos espacios comarcales del sur de Tenerife se diferencia claramente.
        El nomenclátor de 1900 es el que plantea mayores dificultades; por una parte porque no indica la altitud media de las entidades, y por otra, porque su número es muy superior al que aparece en fechas recientes. Para corregir estas dificultades hemos utilizado el mapa topográfico de Tenerife a las escalas 1:25.000 y 1:50.000, localizando aquellas entidades (muchas de las cuales han desaparecido por absorción) y asignándoles una altitud media atendiendo a las isohipsas.
        También presenta este Nomenclátor un apartado por municipios relativo a la población de grupos inferiores y diseminados, cuya distancia al mayor núcleo exceda o no de 500 metros. En el primer caso, las cifras de población se han repartido proporcionalmente entre las distintas zonas del municipio, atendiendo al porcentaje representado por cada una de ellas; en el segundo, se le ha asignado la misma altitud media que el núcleo principal.
        La presencia del alisio determina en las islas con relieves importantes la existencia de dos áreas claramente diferenciadas, barlovento y sotavento; por ello, los límites de las zonas agroclimáticas altitudinales varían entre las dos vertientes de una misma isla. En el presente estudio hemos establecido tres zonas agrupando en ellas a las distintas entidades de población a escala municipal y comarcal:
-La zona baja, entre la costa y los 500 metros. Dentro de ella hemos diferenciado dos sectores para poder apreciar mejor la atracción del litoral; el costero,  comprendido entre los 0 y 300 metros, y un segundo entre los 301 y los 500 metros. Este último podría considerarse como un espacio de transición con la zona inmediatamente superior.
-Las medianías, entre los 501 y los 750 metros de altitud.
-La zona alta, por encima de los 750 metros.
        Amplias áreas de esta última podrían considerarse con más propiedad como “medianías altas”, sin embargo, no nos parce correcto englobar dentro de una misma zona entidades como Charco del Pino (640 m.) o Tamaimo (575 m.) con Vera de Erques (850 m.), Taucho (875 m.) o Tijoco de Arriba (940 m.). Con todo, como lo que pretendemos es señalar tendencias generales en la evolución del poblamiento, creemos que las zonas propuestas responden satisfactoriamente a este fin.
        Por último, conviene señalar que para Arona, Adeje y Santiago del Teide hemos utilizado la población de derecho (1970 y 1981) y no la de hecho como en el resto de los municipios. En 1981, la diferencia a favor de la población de hecho en Adeje era del 43%,  y del 23,6%  y el 9,5% en Arona y Santiago del Teide, respectivamente (4).
(4).La diferencia entre ambas para el resto de los municipios de la vertiente meridional es insignificante (1981) y en ningún caso supera el 3% a favor de una u otra.
        Esta situación viene determinada por el carácter turístico de estos municipios, donde los visitantes y trabajadores de la construcción y hostelería (residentes temporales) abultan sensiblemente la población de hecho, distorsionando sensiblemente cualquier índice que pretendamos obtener.
EL SUR-SUROESTE.
      Esta comarca, como el resto de la fachada meridional, ha ocupado tradicionalmente un lugar marginal en el contexto insular, tanto por la debilidad de su poblamiento como por la pervivencia de estructuras agrarias estancadas hasta fechas relativamente recientes (5).
(5).En 1900 el Sur reunía el 21,2% de la población en la mitad de la superficie insular.
        El poblamiento se asentó en los sectores de medianías, donde la aridez era menor, con lo que se facilitaba la actividad agrícola. También se tendió a un alejamiento de la costa por temor a los ataques piráticos. La superficie topográfica donde se asentó la mayoría de la población es sumamente irregular, dispersándose ésta en pequeños caseríos poco compactos.
        a)El S-SW en 1900. A comienzos de siglo más de la mitad de los efectivos humanos (53,7%) se apiñaba en la franja de medianías y casi una cuarta parte en la zona alta. Todas las capitales municipales, salvo Adeje, y los núcleos más importantes aparecen enclavados por encima de la isohipsa de 500 metros (mapa nº 1).
        La zona inferior constituía un erial semidesértico dedicado primordialmente al pastoreo, donde se intercalaban algunos islotes de cultivo. Destacaba únicamente la villa de Adeje, con una agricultura de regadío, tradicionalmente importante en el conjunto comarcal, gracias a los caudales que proporcionaba el barranco del Infierno. Esta entidad agrupaba casi la mitad de los efectivos humanos de la zona.
        Factores de diversa índole, entre los que destacaba la abrupta topografía de las medianías, determinaron hasta bien entrado el siglo la inexistencia de una red de transporte por carretera aceptable, no sólo con la capital y otras comarcas , sino entre los distintos núcleos, favoreciendo su aislamiento. Todavía en 1900 no había llegado a la comarca la Carretera General del Sur (C-822), pese a que su trazado fue aprobado a mediados del siglo XIX (Pulido Mañes, 1981).
        Por esta razón, los distintos espacios se vieron en la necesidad de establecer unos enclaves costeros para el embarque de mercancías y viajeros. Es el caso de Alcalá y Playa de san Juan en Guía, Los Cristianos en Arona y El Médano en Granadilla. Estos núcleos y algunos otros habitados temporalmente (La Caleta de Adeje o  el Puerto de Santiago) a pesar de su escaso volumen demográfico jugaron en esos momentos un papel clave en las comunicaciones con el exterior.


        b)El S-SW en la  primera mitad del siglo. La evolución demográfica comarcal en el periodo 1901-1950 muestra un ritmo de crecimiento inferior a la media insular y al de otras comarcas de la vertiente meridional como el Valle de Güímar. Mientras que la isla incrementó sus efectivos el 130%, el S-SW apenas alcanzó un 72%, lo que revela la existencia de una apreciable corriente emigratoria hacia América y otros puntos de la isla (Solórzano Sánchez, 1983).
        En líneas generales se observa como a mayor peso demográfico de las  zonas de medianías y cumbres en un municipio, menor es su ritmo de crecimiento. De ahí las diferencias extremas entre Adeje, Arona o Granadilla, y el resto, con un crecimiento muy débil (6).
(6).En Vilaflor, Guía de Isora, San Miguel y Santiago del Teide, que son los de menor crecimiento, más del 90% de su población a comienzos de siglo y del 75% en 1950, se ubicaba por encima de la isohipsa de 500 metros.
        La franja costera triplica ampliamente los efectivos demográficos de comienzos de siglo, a lo largo de su primera mitad, mientras que el resto de la zona baja apenas crece un 61% en el mismo periodo. Las medianías se estancan (19.2%) a diferencia de los núcleos enclavados a mayor altura que crecen a un ritmo superior (61,25).
        El saldo vegetativo, aunque elevado, no pudo ser el causante único de la expansión de las zonas bajas; en ésta jugó un papel esencial la inmigración, especialmente de las áreas más elevadas de la comarca. Con anterior a los años cuarenta o cincuenta no puede hablarse de una inmigración generalizada procedente de otras comarcas o islas (Díaz Rodríguez, 1982).
        Asistimos a un auténtico desplazamiento desde las medianías (y también desde la zona alta) hacia los sectores costeros, donde la ampliación de la superficie regada (décadas de los treinta y cuarenta) y la incipiente actividad pesquera de algunos núcleos ejercieron una cierta atracción (7).
(7).Sobre la evolución del poblamiento en la comarca véase: DÍAZ RODRÍGUEZ, M.C. (1982) “Un ejemplo de la evolución espacial de las formas de poblamiento en el Sur de Tenerife: Granadilla de Abona” en Homenaje a Alfonso Trujillo Aula de Cultura del Cabildo de Tenerife. Págs. 485-495.
      Como consecuencia de este crecimiento diferenciado, a lo largo de  primera mitad del  siglo la distribución del poblamiento experimenta modificaciones sustanciales. En 1950  es ya la zona baja la más poblada con el 42,9% de los habitantes de la comarca (el sector costero reúne nada menos que el 30,6%) mientras que las medianías han perdido su papel polarizador sobre el poblamiento (mapa nº 2).
        Las entidades más importantes son todavía las enclavadas en las medianías y cumbre, pero las más dinámicas –con mucha diferencia- se encuentras en la zona baja. La vitalidad de estos núcleos se haya ligada exclusivamente a la actividad agrícola, pues el turismo no había iniciado aún su andadura en la comarca (8).
(8).Acerca de  la evolución de los cultivos de exportación en el presente siglo véase: QUIRANTES, F. (1981): El regadío en Canarias. Editorial Interinsular. Santa Cruz de Tenerife.
      Las comunicaciones con el exterior, sin llegar a ser suficientes, experimentan sensibles mejoras, con lo que se va reduciendo paulatinamente el papel marginal de la comarca. La Carretera General del Sur, con todos los inconvenientes que representaba su trazado, enlazaba los distintos cascos municipales con Santa Cruz. Discurría entre las isohipsas 400 y 700 metros, bastante alejada de los núcleos costeros. A mediados de siglo llegaba hasta Arona, y todavía faltaba por ejecutar el último tramo hasta Guía. Esta entidad se hallaba unida por el Norte con Icod desde mediados de la década de los treinta, a través de la Carretera General del Norte (C-820) (Pulido Mañes, 1981).
        En las zonas media y alta se evidencia el estancamiento de casi todas las entidades, incluso en las capitales municipales. Sólo Granadilla y Vilaflor difieren de esta tónica general. El crecimiento algo superior de las entidades más elevadas puede estar relacionado con una agricultura de autoconsumo, un poco al margen de los vaivenes que afectaron a la economía del Archipiélago en este periodo. Dentro de la zona alta, son precisamente los caseríos más elevados y aislados los que presentan los incrementos más elevados: El Frontón de San Miguel; La Cruz de Tea y La Higuera en Granadilla; Escalona, Jama y Trevejos en Vilaflor; Ifonche en Adeje; Las Fuentes, El Jaral y Vera de Erques en Guía.
        Con todo, en la década de los cuarenta empieza a entreverse un estancamiento en el crecimiento sostenido de momentos anteriores. El censo de 1950 supone el techo poblacional para la mayoría de las entidades de la zona alta; a partir de entonces sufrirán un despoblamiento generalizado.
        Los Cristianos se consolida como uno de los principales núcleos comarcales multiplicando por diez la población de principios de siglo. También otras entidades del sector costero, poco significativas en momentos anteriores, experimentan igualmente incrementos elevados en virtud de una cierta actividad pesquera y/o el desarrollo del cultivo del tomate (década de los cuarenta); Aldea Blanca, Playa de San Juan, El Médano, San Isidro, Buzanada, Puerto de Santiago, etc.


        c)El S_SW entre 1950 y la actualidad. A partir de los años cincuenta se advierte en la comarca una expansión demográfica sin precedentes que afecta a todos los municipios, salvo a Vilaflor que se muestra regresivo, acorde con la tónica general de la zona alta. Las tasas de crecimiento intercensal son superiores a las de cualquier otro espacio insular, incluyendo al área capitalina. A escala municipal se aprecia una reactivación espectacular en aquellos que presentaron cierto estancamiento en las décadas precedentes: Guía de Isora y Santiago del Teide cuadruplican el ritmo de crecimiento de la primera mitad del siglo.
        Si bien es cierto que con esta expansión no se ha logrado una neutralización del tradicional peso demográfico de la fachada septentrional frente al vacío humano de la zona sur, la importancia económica de la comarca es en la actualidad muy superior a la que podría deducirse atendiendo únicamente a las cifras de población, pues apenas reúne el 9,3% de los habitantes de la isla.
        El motor de todo este proceso presenta una doble vertiente: la actividad agraria y el turismo. A la expansión de los cultivos comerciales de exportación (tomates, plátanos, invernadero y en menor medida la patata, esta última con el sistema de enarenado) favorecida por la extensión del regadío, se ha sumado el impacto del turismo, que ha originado en la costa y sus proximidades el nacimiento de urbanizaciones e instalaciones hoteleras, impulsando al mismo tiempo el crecimiento de  numerosas entidades donde se asientan los trabajadores de la construcción y los servicios (9).
(9).Para conocer el impacto del turismo en la demografía comarcal véase: MARTÍN RUIZ, J.F. (1984): Desarrollo demográfico y crecimiento espacial de las áreas turísticas de la isla de Tenerife en Anuario de Estudios Atlánticos nº 30. Madrid-Las Palmas de Gran Canaria.
      En las últimas décadas la comarca ha superado su papel marginal en relación al resto de la isla; a ello ha contribuido en gran medida la puesta en servicio de la autovía del Sur (TF-1), a comienzos de los setenta entre Santa Cruz y Los Cristianos. A diferencia de la Carretera General discurre muy próxima a la costa, por lo que ha sido la zona baja la más beneficiada con su trazado. También se finalizó en la década de los sesenta el último tramo de la Carretera General del Sur, de Adeje a Guía de Isora.
        Un hecho de vital trascendencia para la isla y en especial para la actividad turística comarcal fue la inauguración en 1978 del aeropuerto “Reina Sofía” en el municipio de Granadilla. Tampoco puede olvidarse el establecimiento de la línea Ferry-Gomera, a mediados de los setenta, entre Los Cristianos y San Sebastián de La Gomera, con lo que ambos se han convertido en los de mayor tráfico de pasajeros del Archipiélago, tras los de Santa Cruz y Las Palmas.
        Como en la etapa anterior, el ritmo de crecimiento a lo largo del periodo es inversamente proporcional a la altitud de las distintas zonas, con la peculiaridad de ser claramente negativo en la más elevada. Este hecho es válido para todos y cada uno de los municipios.
        La zona baja crece el doble que la de medianías, mientras que por encima de los 750 metros los efectivos humanos disminuyen en una quinta parte (10). En la actualidad aparece claramente consolidado el fenómeno que veníamos observando desde comienzos de siglo, por el que la zona baja, y en especial la costera, incrementa sus efectivos a mayor velocidad, traduciéndose en un aumento progresivo de su participación en el conjunto comarcal. Y ello a pesar de que en los municipios turísticos hemos operado con la población de derecho, si hubiésemos utilizado la población de hecho, los resultados de nuestro análisis serían más contundentes.
(1)0.El sector costero creció un 208,6%, el resto de la zona baja  123%, las medianías un 89,5%  y las cumbres -20,4%.
        La existencia de una nutrida corriente inmigratoria explicaría en gran medida el extraordinario crecimiento de la zona costera. Esta procede no sólo de las entidades situadas a mayor altitud (como en la etapa anterior) sino también de áreas más lejanas. En 1981 más de un tercio de la población no había nacido en la comarca, pero esta proporción varía en las distintas zonas, observándose una relación estrecha entre intensidad de crecimiento y volumen de población inmigrada; de ahí que sea la zona baja donde los nacidos fuera  representen porcentajes más elevados. A escala municipal y en este mismo año, en Adeje, Arona y Guía de Isora,  casi la mitad de su población procedía de otros municipios.
        En relación al intenso proceso inmigratorio que ha experimentado la comarca, convendría señalar el papel de la inmigración reciente procedente de La Gomera, que sin ser la más numerosa (26,2%) adquiere especial significación en algunos municipios. Estuvo ligada en un principio al cultivo del tomate, en efecto, se trasladaban temporalmente a la comarca durante la zafra, sin embargo, en gran medida han terminado por asentarse definitivamente en la misma, accediendo a otros sectores laborales como la construcción o la hostelería. En la actualidad, los nacidos en La Gomera constituyen más de un tercio de la población en entidades como Atogo, El Fraile o Guaza; más del veinticinco por ciento en Fañabé, La Camella, Alcalá, Chío y Playa de San Juan; en San Isidro representan el 18%; todas ellas se encuentran enclavadas por debajo de la isohipsa de 300 metros (Solórzano Sánchez, 1984).
        El impacto dinamizador del turismo y de la agricultura comercial que se ha producido en las zonas bajas, ha dejado sentir sus efectos en las medianías; frente al estancamiento de la primera mitad del siglo, en la década de los cincuenta se reactiva el crecimiento demográfico: el ritmo de incremento en las tres últimas décadas es siete veces superior al registrado en la primera mitad del siglo. Este hecho se debe en gran medida a la mejora de las comunicaciones dentro de la comarca y con el exterior, y a la generalización del automóvil, de manera que los movimientos por razones de trabajo no determinan necesariamente un cambio de residencia, como en etapas anteriores, sino una mayor movilidad de la población trabajadora.
        La zona alta, por el contrario, experimenta un agudo proceso de despoblación. Frente a un crecimiento aceptable desde las primeras décadas de siglo, desde 1950 se observa una reducción de sus efectivos superior al veinte por ciento. La crisis se acentúa en las entidades más pequeñas y peor comunicadas, precisamente las más dinámicas en la década anterior (municipios de Adeje y Guía).
        En 1981 la distribución del poblamiento aparece sensiblemente modificada en relación a 1950, y sobre todo si la comparamos con la existente a comienzos de siglo (mapa nº 3). La zona baja acoge al 58% de la población (el 43,35 se ubica por debajo de los 300 metros de altitud). Aquí se localizan los núcleos más dinámicos, sobre todo en la costa y sus proximidades. Algunas han triplicado o cuadruplicado su población durante este periodo: Los Cristianos, San Isidro, Valle de San Lorenzo, Puerto de Santiago, Playa de San Juan, El Médano, etc. y otros la han multiplicado por seis (Armeñime, Buzanada, Cabo Blanco) o siete (Alcalá).


        Paralelamente han surgido de la nada una serie de urbanizaciones turísticas: Las Américas-San Eugenio, Costa del Silencio, Acantilado de los Gigantes, etc. con una oferta considerable  de plazas hoteleras y extrahoteleras, casi la mitad de las que existen actualmente en la isla, fruto de la extraordinaria actividad constructiva de las últimas décadas. El conjunto Las Américas-San Eugenio contaba en 1981 con una población de 661 habitantes de  derecho y 6.037 de hecho; en Costa del Silencio eran 317 y 2.497, respectivamente.
        Los Cristianos se ha convertido en el núcleo más importante de la comarca. La confluencia de una serie de factores le ha dotado de especial dinamismo; por su posición costera cuenta con una importante actividad turística y comercial a la que se une el hecho de hallarse prácticamente soldado con el principal centro de vacaciones del sur, y a la vez, el más dinámico de la isla. Desde el punto de vista de las comunicaciones ocupa un lugar privilegiado; aquí finaliza la autovía del Sur (TF-1) y además cuenta con el segundo puerto en importancia de Tenerife; por último baste señalar la relativa proximidad al aeropuerto transoceánico (sobre todo si la comparamos con los principales núcleos de la isla).
        Las medianías, como hemos señalado, han experimentado un crecimiento elevado en las últimas décadas, pero no lo suficiente como para mantener su tradicional peso demográfico en la comarca: en la actualidad reúnen un tercio de la población. Casi todas las capitales municipales se ubican en esta zona y conservan, al menos, sus funciones administrativas.
        También se ha producido en las áreas bajas de las medianías una revitalización de la actividad agrícola,  a la que hay que añadir la posibilidad de acceder con relativa facilidad a la oferta de empleos turísticos o en el subsector de la construcción que les proporcionan sus respectivos barrios costeros. No es de extrañar, por tanto, que algunas entidades se hayan beneficiado de esta situación incrementando sensiblemente sus censos respectivos: Guía de Isora, Tamaimo y sobre todo, Granadilla de Abona.  
        Con respecto a esta última entidad, convendría señalar una anomalía que se observa en el Nomenclátor de 1981 y es la diferencia tan exagerada entre los efectivos de ambos sexos: 1.685 varones y 2.600 mujeres. Este hecho podría deberse a una emigración masiva de varones –que no ha ocurrido recientemente- sobre todo si tenemos en cuenta  que en 1970 la diferencia entre ambos sexos era del 2,8% a favor de las mujeres, frente al 35% en la actualidad. La única explicación que podemos aportar sería la inclusión en el censo de las trabajadoras de los empaquetados, que proceden de otros municipios. De ser cierto, este hecho explicaría el elevado crecimiento de Granadilla en el último periodo intercensal, a todas luces insólito en una entidad de medianías.
        En la zona alta rara es la entidad que no ha visto descender su población en cifras absolutas. Los cascos municipales (Vilaflor y Santiago del Teide) son las menos afectadas, mientras que en los caseríos de Guía de Isora o Adeje se está produciendo un abandono masivo de sus pobladores, con descensos que oscilan entre el cincuenta y el ochenta por cien con respecto a 1950: Taucho, Ifonche, Vera de Erques, etc. El caserío de Las Fuentes en Guía, contaba con 103 habitantes en 1950, aparece totalmente deshabitado en el Nomenclátor de 1981.

EL VALLE DE GÜÍMAR.
      Esta comarca ha sido tradicionalmente la más rica desde el punto de vista agrícola, y la más densamente poblada de toda la vertiente meridional de la isla. La existencia de manantiales naturales impulsó la actividad agrícola, especialmente en Güímar, donde ya desde mediados del siglo XVI existía un ingenio azucarero.
        a)El Valle de Güímar en 1900. La comarca presentaba a comienzos de siglo una densidad que duplicaba a las del resto de las comarcas del sur. Casi todos sus efectivos humanos (93,15) se asentaban en la zona baja, y de ellos más de la mitad por debajo de la isohipsa de 300 metros. Las únicas entidades de medianías se encontraban en Agache (mapa nº4).
        Con esta distribución del poblamiento, el Valle se diferenciaba claramente en el conjunto de la vertiente meridional, observándose al mismo tiempo cierto grado de concentración en un grado reducido de entidades. Destaca la villa de Güímar, rodeadad por usa serie de arrabales (Guaza, La Hoya, Güímar de Arriba) que progresivamente irán siendo anexionados. Le seguían en importancia Arafo y El Escobonal; como núcleo costero sólo aparecía Candelaria.
        Las comunicaciones con la capital insular eran aceptables, sobre todo en comparación con otras comarcas sureñas; la Carretera General del Sur, iniciada en 1873, había llegado a Güímar tres años más tarde (Pulido Mañes, 1979) atravesando toda la comarca. Como en el resto de la isla existían pequeños embarcaderos para el transporte de viajeros y mercancías: Candelaria, El Tablado (que servía al sector de Agache) y el Puertito de Güímar; esta entidad aparece en el Nomenclátor de 1900 como grupo de viviendas deshabitadas.

        b)El Valle de Güímar en la primera mitad de siglo. Frente al estancamiento relativo de la zona sur, en este periodo la comarca experimenta un notable crecimiento demográfico, próximo a la media provincial, revistiendo especial intensidad en Güímar.
        La roturación y puesta en cultivo de amplios sectores de la zona baja (décadas de los veinte y treinta) atrajo un nutrido contingente inmigratorio, especialmente de los restantes municipios del sur de la isla, pero también de espacios más lejanos como Lanzarote y Fuerteventura (Solórzano Sánchez, 1981). El aumento poblacional, como en el S-SW es inversamente proporcional a la altitud, pero bastante generalizado, produciéndose      únicamente un ligero incremento del sector costero frente a los restantes, que ahora acoge al 55,8% de los pobladores (mapa nº 5).
        La villa de Güímar, con más de siete mil habitantes, se afirma como el núcleo más populoso del sur, con  bastante diferencia delos restantes (11). Le seguían en importancia, como a comienzos de siglo, Arafo y El Escobonal, mientras que Candelaria aparece como la menos dinámica de las principales entidades comarcales, a pesar de su localización costera. Comportamiento diferente muestra el caserío de El Puertito, a escasa distancia de Güímar, que de un pequeño embarcadero habitado temporalmente pasa a reunir cerca de 300 habitantes.
(11).Granadilla de Abona, Adeje o Guía de Isora, las más importantes del S-SW no sobrepasaban los 1.500 habitantes. Fasnia tenía algo más de 1.600.


c)El Valle de Güímar entre 1950 y la actualidad. Las décadas de los cuarenta y los cincuenta muestran un estancamiento agrícola  y demográfico en la comarca, conociendo ésta un activo proceso emigratorio. A partir de los años sesenta una serie de hechos modifican esta tendencia, presentándose evidentes signos de recuperación: el trazado de la autovía del sur permite que se intensifiquen las relaciones  con la capital y otros puntos de la isla, generalizándose los desplazamientos laborales fuera de la comarca.
En este último periodo el Valle ha perdido gran parte de su dinamismo, no obstante, continúa siendo la más densamente poblada de las comarcas del sur, y algunos núcleos muestran una extraordinaria vitalidad. A diferencia de la etapa anterior, el crecimiento ha sido más reducido, pero sobre todo, claramente diferenciado: las entidades situadas por debajo de los trescientos metros  absorben el 98% del incremento demográfico, el resto de la zona baja apenas crece un 2%. Las medianías ven decrecer su población absoluta de manera acentuada: un 24,1 por ciento.
Estos datos generales precisan ser matizados; así, en Candelaria, los caseríos situados entre las isohipsas 301 y 500 metros incrementan su población un  48,2%; en Arafo, el casco municipal apenas crece algo más del diez por cien; pero en Güímar, los caseríos de Agache experimentan un descenso de sus efectivos próximo al 40 por cien.
Como consecuencia de todo ello, la distribución del poblamiento conoce modificaciones más intensas que en la primera mitad del siglo. La franja costera acoge en la actualidad a los dos tercios de la población y el resto de la zona baja alrededor del 30%; las medianías apenas representan el 2,8 por cien.
Por primera vez son las entidades propiamente costeras las que registran los mayores incrementos demográficos: la villa de Candelaria y el Puertito de Güímar duplican sus censos respectivos. Sin embargo, el caso más espectacular es el de Las Caletillas, que apenas reunía algunas familias de pescadores en 1960, mientras que en la actualidad su población supera ampliamente el medio millar. El conjunto Candelaria-Caletillas, por su proximidad, se ha convertido en un área de segunda residencia para los habitantes de la capital, acogiendo en época de vacaciones a varios millares de residentes. El Puertito comparte el mismo fenómeno aunque con menor intensidad.

La ciudad de Güímar, por su población (10.500 habitantes) continúa siendo el núcleo más importante del sur y uno de los mayores de la isla. La cercanía de Santa Cruz, no obstante, le ha restado funcionalidad, por lo que su ritmo de crecimiento no es acorde con su peso demográfico.
El casco municipal de Arafo evidencia un estancamiento apenas modificado por la instalación de un polígono industrial en su zona baja. Quienes sí muestran claros signos de revitalización son los barrios más elevados del municipio de Candelaria, debido a la influencia que sobre ellos ejerce el desarrollo reciente del litoral.
En Güímar, las entidades situadas por encima de los 300 metros, pertenecientes todas ellas al sector de Agache, se individualizan en el conjunto comarcal por su evolución regresiva. El caserío de El Escobonal es el más afectado al reducirse su población en el último periodo un 38,6%, en contraste con el franco crecimiento de las primeras décadas del siglo.
El sector litoral de Agache registra últimamente un fenómeno muy peculiar, consistente en la aparición y desarrollo de varios caseríos costeros donde predomina la segunda residencia de tipo modesto. En el Nomenclátor de 1970 sólo aparecía El Tablado, constituido por unas setenta viviendas; diez años más tarde se contabilizan seis entidades de este tipo, formadas por unas cuatrocientas viviendas. Se trata de un auténtico rosario de pequeños núcleos, integrados por viviendas clandestinas, en muchos casos de pésima calidad. Por sus características y su proximidad a una vía de intenso tráfico, originan un auténtico deterioro paisajístico del litoral, al que se añade la privatización del espacio público costero.

ARICO-FASNIA.
      Ambos municipios ocupan aproximadamente una cuarta parte de la superficie de la vertiente meridional; por el contrario, su peso demográfico es poco significativo: 18,8% en 1900 y sólo 7,7% en 1981.
        La comarca apenas ha superado el carácter marginal que presentaba la zona sur en fechas relativamente recientes; además, a partir de la década de los cincuenta -en contraste contraposición al S-SW- entra en una fase de despoblación, consecuencia de la denominada “crisis de las medianías”, que hace de ella una de las comarcas más regresivas del conjunto insular, y sobre todo, la de menor población absoluta y relativa.
        Factores de diversa índole, entre los que destaca un medio físico poco propicio para el desarrollo de la agricultura, por su abarrancamiento, y la pobreza, cuando no ausencia de los suelos, han determinado la concentración de la población y de las actividades en las medianías, zona que reunía las mejores condiciones. A pesar de ser uno de los sectores más ricos de la isla en aguas subterráneas, la comarca se ha visto marginada de la gran expansión de los cultivos comerciales que ha registrado en las últimas décadas el S-SW. Paralelamente, la actividad turística tampoco ha gozado de mejor fortuna, proliferando, por el contrario, especialmente en el litoral de Arico, los núcleos de segunda residencia de tipo modesto.
        a)En 1900, podemos hablar de un auténtico poblamiento de medianías en la comarca. Si atendemos a la distribución por zonas que hemos propuesto, la población se repartía en proporción similar entre las zonas media y baja, pero una observación más precisa nos muestra como en realidad, más del ochenta por cien de la misma se concentraba entre los 400 y los 600 metros de altitud. La zona alta y el sector costero en ningún caso acogían a un volumen de población superior al 5%.
        Los núcleos más importantes se localizaban en las proximidades de la isohipsa de 500 metros: Fasnia, Arico, La Zarza, El Río, etc. La zona próxima a la costa constituía, como en el S-SW, un erial semidesértico, destacando únicamente el caserío del Porís de Abona que actuaba como embarcadero para la comarca; en Fasnia aparecía el pequeño enclave de Los Roques, con sólo 9 habitantes. La importancia de los mismos, como en otras zonas, era notable, sobre todo si tenemos en cuenta que la
Carretera General del Sur no llegó a Fasnia hasta 1907 y veinte años más tarde a Arico (Pulido Mañes, 1979) (mapa nº4).
        b)Arico-Fasnia en la primera mitad del siglo. En este periodo la población comarcal aumentó aproximadamente un 60%, algo menos que el S-SW y casi la mitad de la media insular. El ritmo de crecimiento en las distintas zonas se reduce conforme ascendemos en altura y únicamente el sector costero de Arico y la zona baja de Fasnia registran incrementos elevados.
        En líneas generales la participación de las distintas zonas permanece prácticamente estabilizada durante el periodo, compensando el levísimo incremento de la zona baja, y en especial del sector costero, el descenso reducido en medianías y cumbres. Todavía en 1950 alrededor del ochenta por cien de la población se ubicaba entre las isohipsas de 400 y 600 metros, que era precisamente el espacio más propicio para la agricultura que se practicaba en la comarca (mapa nº 5).
        c)Arico-Fasnia en las últimas décadas. Hasta mediados del siglo actual, apenas existían diferencias con el resto de la zona sur, atendiendo a la evolución demográfica, a no ser por un menor dinamismo y la escasa importancia de las entidades costeras, manteniendo una densidad de población similar a la del S-SW. El censo de 1950 supuso, no obstante, el techo demográfico para la comarca; a partir de este momento conocerá una emigración generalizada que reducirá aceleradamente sus efectivos humanos y desencadenará un agudo envejecimiento de los mismos. Agache, como hemos visto, participa también de este fenómeno, incluso de un modo más acusado.
        En las tres últimas décadas la comarca ha visto reducidos sus efectivos  en un acuarta parte (26,6%) con lo que se coloca en el último lugar entre las de la isla por su densidad de población -26,8 habitantes por km2- similar a la de 1920. Ambos municipios compartían con Vilaflor el hecho de ser  en 1981 los que registraban las densidades más bajas de la isla y al mismo tiempo los  índices de crecimiento más débiles a lo largo del presente siglo.
        La evolución demográfica ha sido menos homogénea que en la primera mitad del siglo; el despoblamiento es generalizado en todas las zonas -salvo en el sector costero- pero se acentúa con la altitud. Contrasta el leve descenso de la zona baja (6,4%) con el de las medianías (43%) y cumbres (85,8%). En el conjunto comarcal, las entidades propiamente  litorales son las únicas que registran un crecimiento positivo (22%).
        La comarca mantiene después de ochenta años el peso abrumador de las medianías –todavía se asientan por encima de los 400 metros alrededor de las 4/5 partes de la población- con un sector costero de escasa significación, pero que acoge a las únicas entidades progresivas. La participación de la zona baja ha aumentado en relación a la de medianías: 60,4% y 39,2% respectivamente, pero sólo porque su descenso en cifras absolutas ha sido menos acentuado (mapa nº6).
        El Porís de Abona, tras la construcción de la autovía del Sur, ha sido la única entidad afectada por el fenómeno turístico, aunque no con la suficiente intensidad como para frenar la crisis comarcal. También ha experimentado cierta revitalización el caserío de San  Miguel de Tajao, junto a la costa.


CONCLUSIONES.
      Para el periodo 190-1981 y extensivas a la vertiente meridional de Tenerife, podemos señalar algunas conclusiones:
1.Dada la disposición de los términos municipales -a manera de rampa, desde la costa hasta la cumbre- y la distribución del poblamiento en cierto número de entidades, la evolución general de las cifras de población oculta las tendencias internas, claramente contrapuestas, que introduce el factor altura.
2.A lo largo del periodo en estudio, a escala comarcal y también  en todos y cada uno de los municipios (excepto Vilaflor, que carece de litoral) la zona baja, y dentro de ella el sector costero ( 0 a 300 m.) son las que han presentado un crecimiento más elevado, siempre por encima de la media municipal. Ello se traduce en un aumento paulatino de la proporción de habitantes que se asientan en estas zonas, y por el contrario una reducción del peso tradicional de las medianías y cumbres.
3.De modo general puede afirmarse que el ritmo de crecimiento de las distintas zonas es inversamente proporcional a la altitud media de las diferentes entidades, apreciándose una reducción progresiva del mismo conforme aumenta ésta.
4.El desplazamiento de la población a las áreas costeras no es un fenómeno reciente -de algunas décadas a la actualidad- como suele afirmarse, sino que se remonta a comienzos de siglo y probablemente, bastante más atrás. Además, en las últimas décadas es menos perceptible, porque con la mejora de la red de carreteras, los desplazamientos de carácter laboral no implican cambio de domicilio, tal como ocurría en la primera mitad del siglo.
5.A mayor peso de las zonas medias y altas en un municipio, menor es su crecimiento. A lo largo del periodo en estudio, en los municipios que presentan un índice de crecimiento menor –que son a su vez los más regresivos de la isla- la totalidad de la población (Vilaflor) o más de sus 4/5 partes (Arico, Fasnia) todavía se asienta por encima de los 400 metros de altitud.



BIBLIOGRAFÍA.
BURRIEL DE ORUETA, E. (1976): Evolución moderna de la población de Canarias. Aula de Cultura del Cabildo Insular de Tenerife.
DÍAZ RODRÍGUEZ, M.C. (1982): Granadilla: reactivación demográfica y económica del Sur de Tenerife. Aula de Cultura del Cabildo Insular de Tenerife.
PULIDO MAÑEZ, T. (1979): “El sistema de comunicaciones en la isla de Tenerife. Actas del VI coloquio de Geografía, págs. 587-595.
PULIDO MAÑEZ, T. (1981): “El sistema de transporte y la organización del espacio insular” I Jornadas de Estudios Económicos Canarios, págs. 439-453

SOLÓRZANO SÁNCHEZ, J. (1981): “La inmigración de las Canarias Orientales en el Valle de Güímar. Anuario del Departamento de Geografía. Facultad de Filosofía y Letras. Universidad de La Laguna. Tenerife, págs. 119-126.
SOLÓRZANO SÁNCHEZ, J. (1983): Los contrastes comarcales del municipio de Güímar: el Valle y Agache. El Día. Tenerife. 26 de agosto.
SOLÓRZANO SÁNCHEZ, J. (1984): Gomeros en Tenerife. El Día. Tenerife. 25 de marzo.


© José Solórzano Sánchez

jueves, 14 de diciembre de 2017

EL QUE NO SABE ES COMO EL QUE NO VE.


“El que no sabe es como el que no ve”

 

En mi reciente visita a la ciudad de Vitoria, una de las curiosidades que más despertaron mi interés fueron los murales que adornan muchos edificios del casco viejo (o almendra medieval, como suelen denominarlo). Aunque había recabado bastante información previa sobre los lugares que sería imprescindible conocer, para tener una visión medianamente completa de la ciudad, dentro de lo que es posible realizar en una corta visita de tres o cuatro días, no encontré nada relativo a estos murales. La página web del ayuntamiento y  otras similares que consulté no hacían referencia alguna  a éstos. No obstante, a posteriori, he tenido ocasión de comprobar que existe en la red bastante información, fundamentalmente blogs, relativa a los mismos.

No me resultó  extraño el impacto que me produjeron cuando  los fui descubriendo mientras paseaba por las calles del casco viejo vitoriano. Más que sus dimensiones,  lo que me atrajo fue sobre todo, el contraste de su vivo colorido con los tonos ocres tanto de los edificios en los que se insertan  como los del entorno.

Casi todos los que descubrí se encontraban en las inmediaciones de la Torre de doña Otxanda, y algún otro en el lado opuesto del casco viejo. Todos fueron fotografiados como no podía ser menos. Sin embargo, paseando la última noche  de mi estancia por los alrededores de la catedral vieja, a modo de despedida, descubrí uno más mientras deambulaba por la calle de Santa María. Me sorprendió enormemente encontrarme con él, puesto que había pasado más de una vez por las inmediaciones sin percatarme de su existencia.

A pesar de la oscuridad, tomé algunas fotos, dado que de todos los que había visto era el que permitía hacerlo con más comodidad, ya sea de frente, al tratarse de un  amplio espacio abierto, como desde la derecha (Jardines de Etxanobe). La oscuridad no permitió una imagen que tratase como se merecía  el conjunto, así que inmediatamente decidí que a la mañana siguiente, antes de salir para el aeropuerto, regresaría para tomar algunas instantáneas.

Al día siguiente, muy temprano, con el desayuno aún en la boca, acudí al mural, y bajo una ligera lluvia pude cumplir mi objetivo. A pesar de sus grandes dimensiones (más de 200 m2) no me detuve en interpretaciones de lo que veía, pese a que era  más claro que los otros, menos recargado. Simplemente traté  de recoger una bella muestra de arte urbano que posteriormente incluí, junto al resto, en el vídeo que realicé con imágenes de mi visita.

      La casualidad quiso que unas semanas más tarde cayera en mis manos un libro bastante interesante “El silencio de la ciudad

blanca” de  Eva G. Sáenz de Urturi. La trama se desarrolla en la ciudad de Vitoria y me atrajo enseguida el hecho de que continuamente se nombraban lugares que conocía y que había recorrido en varias ocasiones, incluso, dos personajes clave, residían precisamente en la calle donde se encontraba el hotel donde me alojé.


Comencé a leer con avidez el libro y a disfrutar capítulo tras capítulo. Precisamente en uno de ellos hay un encuentro entre el protagonista y otro personaje, en el momento en que este último junto a otras personas trabajaba en el mural del que vengo hablando.

     Me impactó la explicación que se recoge sobre lo que representa el mural. Fue un verdadero descubrimiento,  con gran cantidad de información de gran simbolismo, donde yo solamente había visto  dos o tres figuras que aparentemente jugaban a las cartas y nada más.

    El mural está inspirado en un cuadro del pintor francés George de La Tour titulado “El tahúr” o “El tahúr del as de diamantes” que debió ser pintado hacia 1635. Es un cuadro de género en el que se retrata una escena de burdel, en la que un tahúr y una prostituta, con la complicidad de una criada, despluman a un joven rico, ataviado con lujo, quien no se da cuenta de que el tahúr se saca del cinturón un as de diamantes.
 
 

En las páginas 222 y 223 del libro, los personajes, dialogan acerca del mural y a través de éste se ofrece una descripción y sobre todo, una interpretación detallada del significado del mismo, en su conjunto, y de los elementos que lo componen.

-“¿Sabes de que trata este mural? (…)     

-“Son  tres personas jugando una partida” (…)

-“Trata de las trampas, y de la victoria sobre ellas, y de la fidelidad” (…)

-“El mural está inspirado en un cuadro del siglo XVII titulado El tramposo. La gran dama, que simboliza Vitoria, está jugando una partida de cartas con un hombre, que no solo intenta hacer trampas, sino que presume de ellas enseñándoselas al público”

“Efectivamente, la figura superior de la dama tenía una figura en letras góticas donde se podía leer: Victoria, el primer nombre que el rey Sancho IV le puso a nuestra ciudad. La figura del hombre escondía a sus espaldas dos cartas: una con un perro y otra con tres perros. Junto a él estaba escrita la inscripción Fraudulentus”.

-“La sirvienta simboliza al pueblo de Vitoria, que avisa de la trampa a su señora, con la iscripción Fidelitas”.

           La lectura de estos párrafos  me llevó a pensar que a veces pasamos delante de las cosas y vemos algo claro  y simple, cuando en verdad esconden una realidad  más profunda y trascendente, que pasamos por alto; evidentemente,  no es culpa nuestra, simplemente   carecemos de la información necesaria para realizar una interpretación correcta.

Por eso he titulado esta breve reseña con el refrán  “El que no sabe es como el que no ve” porque donde solo había una imagen más o menos bella  e impactante, tanto por sus dimensiones y colorido, como por su entorno,  además de una interesante muestra de arte urbano, se escondía además  un mensaje simbólico sobre los intentos del poder corrupto de engañar a la ciudadanía, aunque siempre hay elementos que están alerta y prestos para avisar  de este engaño.
 
© José Solórzano Sánchez
 

martes, 12 de diciembre de 2017

La inmigración de las Canarias orientales en el Valle de Güímar (1900-1975)


La inmigración de las Canarias orientales en el Valle de Güímar  (1900-1975)

Este artículo tiene para mí un significado especial porque se trata de mi primera publicación, recién acabada mi licenciatura. Apareció en 1981 en el primer número del Anuario del Departamento de Geografía de la Universidad de La Laguna, y posteriormente, en 1993, en el número 201 de la revista Aguayro, que editaba en Las Palmas la Caja de Canarias.

Lo he rescatado porque en los momentos en que fue elaborado se abordaba un tema, la emigración tradicional de las islas de Fuerteventura y Lanzarote y ni por asomo se podía imaginar que después de unas décadas, este fenómeno daría un giro tan espectacular, hasta convertir a estas islas en las de mayor crecimiento demográfico y con las tasas más elevadas de inmigración del Archipiélago.

…….

El presente estudio forma parte de un trabajo más amplio referido a las transformaciones espaciales experimentadas por la comarca tinerfeña del Valle de Güímar, a lo largo del siglo actual, y solo pretende ser una aportación más  a la comprensión del fenómeno de los movimientos migratorios interinsulares.
        En la comarca de nuestro estudio, situada en el SE de Tenerife, a poca distancia de la capital, los fenómenos migratorios –emigración e inmigración- han jugado un papel primordial en su dinámica demográfica, como en el resto de la región.

El estudio de la emigración exterior, capítulo fundamental en la historia del Archipiélago, ha sido tratado intensamente por multitud de especialistas, sin embargo, las migraciones dentro de la misma isla, o entre éstas, es un aspecto que no ha gozado del mismo interés, y no precisamente por su escasa importancia, puesto que su volumen, muy difícil de cuantificar y periodificar, debe haber sido notable. A este respecto señala Roselló: “El papel individual de las islas en las migraciones interiores, o de los municipios entre sí, solo puede deducirse del estudio de los padrones y documentos originales de los censos, uno por uno, labor a todas luces enorme, ni que se recurriera a un leve muestreo. No cabe duda de la función emisora de las islas de Fuerteventura y Lanzarote, y del papel receptor de los nuevos regadíos de Canarias, las islas mayores, ahora bien, las cifras probativas no están a nuestro alcance” (1).

Hemos centrado nuestro ámbito de estudio en la comarca de Güímar, con referencia temporal al año censal de 1930 (dado que es la primera vez en este siglo que puede constatarse una afluencia  de inmigrantes, procedentes de las islas orientales). La fuente principal en la que nos hemos apoyado ha sido el análisis exhaustivo del Padrón de habitantes de ese mismo año, correspondiente a Güímar, Arafo y Candelaria(2). También se han consultado los padrones de dichas localidades de 1900, 1960, 1970 y 1975.

(1)Rosselló Verger, V. “Dinámica de la población de las Canarias Orientales”. Aportación española al XXI Congreso Geográfico Internacional. Madrid 1968.  pp.185-218.

 
1.La emigración de Lanzarote y Fuerteventura: esbozo histórico.

a)Siglos XVI, XVII y XVIII.

             Las crisis de subsistencia fueron uno de los males más frecuentes en las islas durante varios siglos. Lanzarote y Fuerteventura, que constituían los graneros de las restantes, deficitarias y con un mayor poblamiento, soportaron periódicamente y  con virulencia los efectos de las mismas. Así, George Glas, en la segunda mitad del siglo XVIII señala: “En Lanzarote y Fuerteventura se producen  varias clases de cereales, es decir, trigo, maíz, cebada, en tal abundancia que no sólo abastece a los habitantes, sino a los de Tenerife y La Palma, las cuales dependen muchísimo de aquellas islas para su sustento” (3).

           Lanzarote y Fuerteventura tenían prohibida la exportación de grano al exterior, excepto a las demás; este hecho determinaba en los años de abundancia el bajo precio, apenas compensaba las labores, por lo que a sus habitantes les resultaba indiferente sembrar más de lo necesario. Sin embargo, en los años de escasez, el hambre se cebaba sobre ellos, y por supuesto, sobre las islas deficitarias.

(2)Los municipios de Güímar y Candelaria desbordan el ámbito geográfico del Valle, por lo que sólo se han tenido en cuenta  los fenómenos relativos a éste, excluyéndose la información referente a entidades que  formando parte de ambos municipios no se encuentran en el Valle.

(3)Glas, G.

Descripción de las Islas Canarias, 1764. Instituto de Estudios canarios. La Laguna. 1976, pág. 37.

           Roldán Verdejo (4) ha estudiado el fenómeno de las crisis de subsistencia en Fuerteventura, que pueden hacerse extensivas a Lanzarote, con las consiguientes reservas; pueden apreciarse claramente los efectos catastróficos de las sequías a lo largo de los siglos XVI, XVII y XVIII, no sólo en estas islas, sino también en Tenerife y Gran Canaria. A lo largo de este amplio periodo se alternan años de buenas cosechas -1672, 1677- con años de sequía, y por tanto sin grano -1674, 1675, 1676, 1683, 1685, 1693, 1703, 1721, 1769, 1770 y 1771. Lo corriente son un par de años buenos en cada decenio, dos o tres estériles y el resto mediano (5).

          Lo más frecuente es que ante estas condiciones gran parte de la población tuviese que trasladarse a las islas de Tenerife y Gran Canaria, por hallarse en mejores condiciones económicas. En 1685, se dice que de 800 vecinos que tenía la isla de Fuerteventura, sólo quedaban 200. En Gran Canaria viven los emigrantes de las limosnas, llegando a morir 500 personas. La situación se agrava en Gran Canaria y las autoridades se ven obligadas a reembarcar a muchos majoreros (6).

(4)Roldán, R.

El hambre en Fuerteventura (1600-1800).

Aula de Cultura de Tenerife. 1968.

(5)Roldán, R. Op.cit.

(6)Roldán, R. Op.cit.

          Al volver el hambre en 1721 las islas orientales se quedan casi vacías (…). Unos tres mil refugiados llegan a Tenerife, y el sólo pueblo de El Sauzal  se vio obligado a dar cobijo y alimento a 600 de ellos. En Fuerteventura apenas quedaban 4.200 personas de las que sólo 250 podían mantenerse por sus propios medios (7).

         El año de 1771 fue otra fecha infausta, volvió a faltar la cosecha en Lanzarote y Fuerteventura y gran parte de sus habitantes se trasladaron a Tenerife, por las mismas razones de siempre, por ser la isla más rica y mejor provista en pan (8).

        Según el censo de Aranda, 1769 (9), en el capítulo referido a Fuerteventura y en su división por pueblos, en Betancuria (4.114 habitantes), se lee: “194 ausentes que se han ido a las islas de Canaria y Tenerife por la gran necesidad que se padece en ésta”. Al mismo tiempo, al referirse a Pájara (2.575 habitantes) se señala: “550 ausentes en las islas de Canaria y Tenerife, huyendo de la necesidad que se padece en ésta de Fuerteventura”.

(7)Cioranescu, A.

Historia de Santa Cruz de Tenerife.

1977. Tomo II. pp.225.

(8)Cioranescu, A. Op. cit. pp. 225-226.

(9)Jiménez de Gregorio, F.

La población de las Islas Canarias en la segunda mitad del siglo XVIII.

A.E.A. 1968, nº 14,  pp. 127-301.

 
         Es indudable que en estos traslados masivos de población, producidos por la escasez de alimentos, no eran duraderos; efectivamente, conforme mejoraban las condiciones climáticas, gran parte de ellos regresaban a sus lugares de  origen, y los que permanecían se veían obligados a retornar ante las diversas presiones; como señala Cioranescu: “A petición de los vecinos, el Personero pidió que se estudiasen las medidas más eficaces para despedir a estos huéspedes incómodos que siempre que nos han

hecho semejantes visitas nos han traído igual regalo: siempre nos han causado epidemias” (10).

       Puede afirmarse, por tanto, que la expulsión periódica de pobladores en Fuerteventura y Lanzarote, que se dirige  a aquellas de mayores recursos, sólo es asimilada de modo temporal, ya que amenazaba con romper el frágil equilibrio población/subsistencias, si su presencia se alargaba; de ahí que estas inmigraciones temporales se vieran irremediablemente obligadas a retornar a sus islas de procedencia. De lo anteriormente expuesto, podemos concluir que tales desplazamientos podrían calificarse más que de inmigración propiamente dicha, de movimientos cíclicos, en consonancia con las crisis carenciales.

b)El siglo XIX.

       A lo largo del siglo XIX y sobre todo a partir de 1857, con la aparición del primer censo oficial de población, pueden estudiarse de una manera más rigurosa estos movimientos de población interinsulares, explotando la información ofrecida por los padrones municipales y por el propio censo. Si observamos los censos de población de este periodo, se comprueba que a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX persiste en las dos islas orientales el fenómeno migratorio, mucho más acentuado en Fuerteventura. Mientras las restantes islas del Archipiélago –aunque con diferencias entre ellas- aumentan sus efectivos poblacionales notablemente, las dos orientales no siguen esta tendencia; al mismo tiempo, excepto Lanzarote y Fuerteventura, -con una evolución muy irregular, con periodos intercensales donde la crisis es evidente- , el crecimiento del resto del Archipiélago es rápido unas veces y otras lento, pero siempre continuo, y casi sin altibajos.

       A lo largo de este periodo, el auge de la cochinilla impulsó una corriente migratoria desde las islas de Lanzarote y Fuerteventura hacia Gran Canaria. La economía de estas islas fue durante este periodo, prácticamente de subsistencia. Lanzarote se vio menos afectada por este proceso migratorio, pero Fuerteventura apenas varía sus efectivos de población y este estancamiento es el rasgo que mejor define su evolución demográfica (en 1789 su población era de 10.614 habitantes; en 1857, 14.412 y en 1900, 11.699.
(10) Cioranescu, A. Op. cit. pp. 225-226.

        Los motivos que explicarían este fenómeno en la segunda mitad del siglo XIX serían muy variados: repercusiones de la caída de la cochinilla,  aridez permanente, y por lo tanto, dificultad para reestructurar los cultivos, etc. Como señala J. Hernández: “Si Canarias se vio afectada por la sequía en estos años, Lanzarote y Fuerteventura –a tenor de la documentación- los efectos fueron particularmente devastadores. Con frecuencia  “conejeros” y “majoreros” cuando no llegaban las lluvias, veíanse  obligados  a huir a las islas “mayores” (Tenerife y Gran Canaria), o hacia América directamente. Fueron particularmente duros para estas islas orientales los inicios de los años 60 y 80, en este último periodo, “el pueblo de Tiscamanita en Fuerteventura, pasó, como consecuencia de la sequía, de 1.000 habitantes a 100, pues casi todos sus moradores habían emigrado” (11).

        Al ser una emigración fundamentalmente de familias enteras, el retorno se hacía más difícil, a diferencia de las islas occidentales, ya que al emigrar en grupo, el arraigo en el lugar de llegada era mucho mayor.    

 c)El primer tercio del siglo XX (1900-1930).

        En líneas generales, el Archipiélago experimenta un notable crecimiento de población en el primer tercio del siglo actual  (cuadro nº 1). Se aprecia una etapa ascendente en la primera década del siglo que coincide con el desarrollo de la agricultura comercial de regadío y el auge del tráfico marítimo, al que contribuye también el retorno de emigrantes desde América.

(11)Hernández García, J.

“La emigración  canaria contemporánea. (1853-1898).

Historia General de las Islas Canarias. T. 5, pág. 103.

 

Nº1 Evolución de la población de las islas Canarias (1900-1930).

Isla
Pob. 1900
Pob. 1910
Pob. 1920
Pob.1930
Tenerife
138.008
180.302
176.998
218.887
Gran Canaria
127.471
162.601
173.552
216.851
La Palma
  41.994
45.752
46.482
  51.784
La Gomera
  15.358
18.420
20.485
  25.405
Hierro
    6.505
6.822
7.225
    8.071
Lanzarote
  17.556
19.436
21.516
  22.430
Fuerteventura
  11.690
10.615
11.305
  11.708

Fuente. Censos oficiales.

       El segundo decenio del periodo en estudio se caracteriza por un marcado estancamiento poblacional, como consecuencia de la crisis en la exportación, y por lo tanto en los puertos, tras el estallido de la Primera Guerra Mundial. Por último, la década de

los veinte fue una etapa de fuerte crecimiento, al reanudarse las actividades agrícola y exportadora tras la normalización de las relaciones comerciales con Europa, y con el regreso de gran número de emigrantes que habían abandonado las islas en la época precedente.

        Esta es la tendencia general en el Archipiélago, sin embargo existen notables diferencias entre las islas: elevado crecimiento en aquellas donde el regadío tiene importancia, Gran Canaria, Tenerife –y en menor medida La Palma-, además de La Gomera; crecimiento mucho menor en las islas en las que predomina el secano: Hierro, Lanzarote y Fuerteventura, en esta última, más que de crecimiento habría que hablar de estancamiento: en 1857 contaba con 11.412 habitantes y en 1930 sólo 11.708.

 2.Emigrantes lanzaroteños y majoreros en el Valle de Güímar.

       Como hemos visto anteriormente, queda patente la importancia del fenómeno emigratorio en la dinámica demográfica de Fuerteventura –y a menor escala en Lanzarote- hasta el punto  que entre 1901 y 1930 la primera presenta un saldo migratorio negativo que supone casi el 50% de la población censada en 1900 (12). Ahora bien, si cuantitativamente podemos comprobar la importancia de este fenómeno, resulta mucho más difícil determinar los lugares de destino, y sobre todo, el tipo de emigración.

       Por lo que respecta a los lugares de destino, habrá que citar en primer lugar la isla de Gran canaria, y su capital. “Gran Canaria en general, y Las Palmas en particular, se convierten en foco y polo de atracción de la población de Lanzarote y Fuerteventura, generalizándose desde la segunda mitad del siglo XIX una corriente migratoria desde esas islas hacia Gran Canaria”(13).

       La isla de Tenerife, no obstante, también atrajo la emigración de estas islas (no hay que olvidar que hasta 1927 Santa Cruz de Tenerife fue la capital única de Canarias). Así, en 1930, en 7,39% de los inmigrantes de origen canario en La Laguna procedían de Lanzarote y Fuerteventura (14). 

 (12)García Barbancho, A.

Las emigraciones interiores españolas.

(13)Noreña Salto, M.T.

Canarias: política y sociedad durante la Restauración.Las Palmas. 1977. Tomo I, p. 31.

(14)Quirós Linares, F.

La población de La Laguna (1837-1960) La Laguna. 1975. Pág. 43.

               El análisis de los Padrones municipales de 1930 correspondientes a los municipios de Güímar. Arafo y Candelaria nos muestran a la comarca como un foco muy atractivo para los habitantes de las dos islas orientales en la década de los años veinte.

         En 1900, según el Padrón municipal, residían en el Valle de Güímar  7 majoreros y 3 lanzaroteños: en 1930, su número ascendía a 615, correspondiendo 308 a Lanzarote y 305 a Fuerteventura, concentrados fundamentalmente el Güímar (81,78%). En Arafo residía el 11,86% del total y en Candelaria poco más del 6%.

       Si observamos el tiempo que llevaban residiendo en la zona (cuadro nº2), podemos apreciar que solamente el 2,6% del total llegó con anterioridad a 1920, mientras que el 77,89% lo hizo entre 1925 y 1930. La llegada de estos inmigrantes coincide con una etapa de gran actividad roturadora y puesta en cultivo de los sectores del valle por debajo de los 300 m. de altitud, y el cultivo a gran escala del plátano y el tomate.

Nº2 Año de llegada de la inmigración procedente de Lanzarote y Fuerteventura al Valle de Güímar.

Año
Total
%
Año
Total
%
1930
127
20,65
1923
31
5,04
1929
75
11,86
1922
21
3,40
1928
124
20,16
1921
10
1,62
1927
53
8,61
1920
18
2,92
1926
48
7,81
1910-1919
11
1,78
1925
53
8,61
1900-1910
4
0,65
1924
41
6,66
Antes de 1900
1
0,16

Fuente. Padrones municipales de habitantes. Elaboración propia

        Estas cifras de inmigrantes adquieren valor si las comparamos con la población total de Valle, que en 1930 era de 10.842 habitantes, constituyendo por lo tanto, el 5,7% del total; sin embargo, a nivel municipal los porcentajes varían ostensiblemente: Candelaria 1,58%, Arafo 2,7%, mientras que en Güímar ascendía al 9,28% de la población, y nada menos que al 29% del total de los nacidos fuera del municipio.

     Las cifras totales de inmigrantes, por sí mismas, nos pueden inducir a pensar que se trataba de una inmigración temporal de varones fundamentalmente, para la realización de determinadas labores; sin embargo, el análisis de la estructura por edad y sexo de este grupo, revela la existencia de un equilibrio –en cuanto a la relación entre sexos y edades-; en efecto, la pirámide de edades (fig. nº 1) es la normal en cualquier población de esta época, correspondiente a un régimen demográfico antiguo: amplia base (15) y estrechamiento progresivo hacia el vértice, que denota una alta natalidad y una no menos alta mortalidad. Sin embargo, la característica fundamental que podríamos destacar, es la escasa diferencia entre los dos sexos, pues la “sex-ratio” entre los inmigrantes era del 95,2.

(15)La muesca que aparece en los grupos de edad de 0-4 y de 5-9 años, para los dos sexos, se debe a que no hemos contabilizado gran número de niños, hijos de estas familias de inmigrantes, pero nacidos ya en la zona de estudio.


        Del análisis de las cifras obtenidas (cuadro nº 3) se desprende el rasgo más llamativo del nivel de instrucción de los inmigrantes, y es precisamente la gran proporción de analfabetos, que era la tónica general en el Archipiélago   para aquellos años, si bien aquí aparezca más acentuado debido al origen predominantemente rural de la población inmigrada. Una peculiaridad a destacar es que el analfabetismo era ligeramente superior en los varones que en las mujeres, fenómeno poco usual. No obstante, estas cifras son bastante discutibles puesto que el encabezamiento “sabe leer y/o escribir” que figura en los padrones es muy ambiguo, y en éste cabría desde un nivel universitario hasta el saber firmar simplemente (fig. nº 2).

 

Nº3 Tasa de analfabetismo por sexos (inmigrantes 1930).

Municipio
Varones
Mujeres
Total
Güímar
79,82
74,90
77,40
Arafo
71,90
56,00
65,00
Candelaria
46,70
35,30
40,70
Valle
77,00
70.50
74,00

Fuente. Padrones municipales de habitantes. Elaboración propia.

 

  La actividad económica de dicha población era casi exclusivamente la agricultura (cuadro nº 4), siendo la proporción de jornaleros superior al 92% del total de la población activa. Aparecía un número reducido de labradores (precisamente los que llevaban más tiempo residiendo en la comarca) y de “camelleros”, actividad que nos remite directamente el lugar de origen de esos activos.  Los sectores secundario y terciario revisten escasa importancia (sastre, panadero, cartero, maestra, chófer, guardia municipal, etc.). El predominio evidente de las actividades agrícolas no es de extrañar, si tenemos en cuenta que en esos años se desarrolló en la comarca una potente actividad roturadora y de puesta en cultivo de los sectores costeros que requerían abundante mano de obra asalariada.

 

Nº4  Sectores de actividad para los inmigrantes (1930).

Sectores
Total
%
Primario
360
95,5
Secundario
12
3,2
Terciario
5
1,3

Fuente. Padrones municipales de habitantes. Elaboración propia.

        Lo anteriormente expuesto explica la existencia de una tasa de actividad muy elevada (ver cuadro nº 5), pues más del 70% de la población mayor de 10 años realiza alguna actividad, lo que indica que la escolarización era insignificante, de manera que desde los 10 ó 12 años, se comenzaba a trabajar.  A partir de los 15 años se daba casi el pleno empleo a todas las edades, sobre todo en los varones, incluso por encima de los 69 años (fig. 3).

    Nº5  Tasas de actividad por sexos para los inmigrantes (1930).

Municipio
Varones %
Mujeres %
Total %
Güímar
92,00
64,18
78,00
Arafo
90,60
-
50,90
Candelaria
86,60
5,90
37,80
Valle
91,50
54,00
72,90

Fuente. Padrones municipales de habitantes. Elaboración propia.

           La proporción de inmigrantes correspondiente a cada una de las islas es semejante: Lanzarote, 50,08% y Fuerteventura 49,92%, sin embargo, la distribución por municipios presenta notables contrastes (fig. 4). En Lanzarote, destacan los municipios del SE, además de Teguise (Yaiza, Teguise y Tinajo aportan el 40,26% del total de llegadas, mientras que el resto de la isla solo lo hace con un escaso 9%). Algo parecido sucede con Fuerteventura, donde los inmigrantes proceden fundamentalmente del centro y norte de la isla (Antigua, Betancuria, La Oliva y Casillas del Ángel proporcionan el 43,40 del total, y el resto de la isla sólo un 6%.

         A partir de los años treinta la inmigración procedente de las islas de Lanzarote y Fuerteventura no alcanzará las proporciones de la década anterior; no significa que se frene completamente, pero su volumen no es suficiente para compensar las pérdidas producidas por la mortalidad o incluso cierto número de salidas de la comarca. Según el análisis de los padrones de 1960 y 1970 las cifras se han reducido sensiblemente en relación a 1930, no obstante, el municipio de Güímar continua siendo tras los de Santa Cruz y La Laguna el principal foco de asentamiento de los canarios orientales en el conjunto de la provincia (16).

       No queremos finalizar sin hacer mención a la inmigración grancanaria en la comarca, que si bien nunca alcanzó el volumen de la procedente de Lanzarote y Fuerteventura, su participación nunca ha dejado de aumentar desde principios de siglo; así, en 1930 los nacidos en Gran Canaria solo suponían el 10% de los inmigrantes procedentes de la provincia de las Plmas, en 1960 eran ya un 25% y en 1970 el 30%.
(16)Padrón de Habitantes de 1975. Provincia de santa Cruz de Tenerife.      

Conclusiones.

        1.El fenómeno de la emigración constituye quizás la característica fundamental en la dinámica demográfica de las islas de Lanzarote y Fuerteventura, a lo largo de toda su historia.

       2.El destino tradicional de esta emigración, dentro del Archipiélago, ha sido las islas de Gran Canaria y Tenerife, particularmente sus capitales.
 

       3.A partir de 1920 se observa una corriente migratoria, con un volumen nada desdeñable, que procedente de estas islas se asienta en el valle de Güímar. Se trata, en su inmensa mayoría, de mano de obra asalariada que jugará un papel destacado en el proceso de puesta en cultivo de los sectores de la comarca próximos a la costa, con la particularidad de que se trata fundamentalmente de familias completas.

       4.Esta corriente migratoria hacia la zona persiste, con menos fuerza, hasta los años setenta. En 1975, el municipio de Güímar ocupa el tercer lugar de la provincia, tras los de santa Cruz y La Laguna, por el número de canarios orientales residentes en el mismo. 
 
 



 
© José Solórzano Sánchez